12 febrero 2018

Una larga fila de locomotoras muertas

Hace solo 8 años Correos de Cuba emitió Trenes, una serie filatélica dedicada a los esfuerzos del régimen para revertir la paupérrima situación de los Ferrocarriles de Cuba. En el sello de 5 centavos aparece Fidel Castro, junto a su escolta, bajándose de una locomotora recién llegada al país.
En los sellos de 1.05 pesos y 10 centavos, se reproducen los dos modelos de locomotoras adquiridas en China. La DF7G-C y la DF7K-C, de 2.500 y 1.400 caballos de fuerza respectivamente. El resto de las estampas están dedicadas a nuevos vagones de carga.
En el sello de 15 centavos aparece un silo, en el de 65 una plancha y en el de 75 una casilla. En todos se especifica que los equipos son iraníes. La historia de Cuba también se puede contar a través del origen de las locomotoras y los vagones que han circulado por sus vías férreas.
Antes de 1959, el país solo contó con locomotoras y vagones procedentes de Inglaterra, Estados Unidos o Alemania. En 1964 llegaron las primeras locomotoras soviéticas. Luego, en 1969, arribó al puerto de La Habana un lote de 70 máquinas húngaras que Yugoslavia le había devuelto al CAME.
Unas casillas rumanas, recibidas para transportar azúcar en la zafra de los 10 millones, se convirtieron en los coches de pasajeros donde se movió el país durante la crisis de los 90. Cuando Fidel Castro en persona fue a recibir a las locomotoras chinas, reconoció que los ferrocarriles estaban a punto de colapsar.
Doce años después de aquel hecho, que mereció grandes titulares y frases triunfalistas, en la Estación Central hay una larga fila de locomotoras muertas. El trayecto que comenzó con una serie filatélica de seis sellos, termina en la carrilera número 1 de la terminal de carga.
Ese apartadero, como el resto de la geografía nacional, tiene un fracaso que contar. Esas locomotoras, como el país, acabaron en la inmovilidad. Sus viajes, como los de 11 millones de cubanos, fueron desviados hasta un punto en el que ya no hay salida.


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