25 agosto 2015

Mudanza y acarreo

(Escrito para la columna Como si fuera sábado de ls revista Estilos)

Provengo de una familia de ferroviarios. Cada vez que a mi abuelo le asignaban la jefatura de una nueva estación, tenían que recogerlo todo y mudarse. Un tren les dejaba dos vagones para que metieran todas sus pertenencias y las despacharan hacia su nuevo destino.
Mi madre, quien ha extraviado ya la inmensa mayoría de sus recuerdos, no olvida los días de mudanza. De San Fernando para San Andrés, de San Andrés para San Juan de los Yeras, de San Juan de los Yeras para el Paradero de Camarones.
Todo lo que tenían era enviado en aquellos vagones: la ropa, los muebles, los enseres, las vacas, las gallinas… Cada vez que los Yero armaban y desarmaban sus cosas, comenzaba un nuevo capítulo de su nostalgia. Por las historias que me hacían, llegué a la conclusión de que solo empezaban a disfrutar de un lugar una vez que lo abandonaban.
Diana y yo acabamos de mudarnos. Mientras desarmábamos El Bohío —así llamamos a nuestro hogar—, recordé la antigua condición de mi familia y su obsesión por idealizar las cosas que dejaban atrás, tratando por todos los medios de que el futuro le diera sentido al pasado.
Ayer volví a la casa que acabamos de abandonar. De las paredes solo colgaba la sombra que dejaron los cuadros al ser retirados. Sin los muebles me sentía desorientado, me era imposible determinar un punto fijo para trazar la proyección de los recuerdos. Todo lo que logramos entre esas paredes se había ido con nosotros.
Incluso las cosas que compartimos con los amigos y los seres queridos también pudieron ser embaladas. Cuando en las habitaciones vacías ya solo quedó espacio para el eco, me di cuenta de que —contrario a la tradición de mi familia— también nos habíamos llevado a la nostalgia con nosotros.
Eso me hizo recordar la primera página de La ignorancia. No paré de buscar en las cajas de libros hasta dar con la novela de Milán Kundera: “En griego, ‘regreso’ se dice nostos. Algos significa ‘sufrimiento’. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar”.
Aunque Diana y yo también compartimos la condición de exiliados, hemos renunciado a la posibilidad de volver al pasado que compartimos. Eso nos exonera de padecer el tipo de ignorancia que define Kundera y nos permite acarrear también con las cosas intangibles.
Hace unos días una amiga me hizo notar que yo había cambiado mucho: “Eres otra persona”, insistió. Ayer, mientras atornillaba los muebles y buscaba un nuevo lugar para cada cosa, me di cuenta de que también estaba armando a un nuevo Camilo.
Me gustaría encontrar en alguna página de Milán cómo llamar a la alegría que causa la posibilidad de alcanzar al futuro en el presente. Durante mucho tiempo, Diana y yo nos imaginamos cómo sería la nueva vida dentro de un espacio que aún no existía. Desde hace unas pocas noches respondemos esa pregunta.
Mi familia se iba de un lugar para poder pertenecer a él. Nosotros, en cambio, pudimos cargar con todo lo que tenía un sentido, abandonando el espacio absolutamente vacío. El lugar que dejamos ya no se llama El Bohío, porque El Bohío es todo lo que se fue con nosotros.
Mi amiga tenía razón, he cambiado mucho y espero poder seguir haciéndolo. Uno necesita mudarse por dentro como se muda por fuera. Si abandonar nada de lo que se ha sido, sin dejar atrás ningún recuerdo ni padecer de una manera enfermiza por el pasado, es necesario embalar y desembalar lo que somos para tener la posibilidad de ser de otra manera.
Por eso en estos días, además de mudarnos de casa, también nos estamos mudando de Diana y Camilo. Nos desempacamos con mucho cuidado, tal como hacíamos con los cuadros, con los libros y con todos los recuerdos que nos llevamos para darle espacio al eco.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente perfecto. Gracias por compartir tu mudanza y acarreo. para mí que en un future no lejano voy a cambiar de país me es útil comenzar a imaginarlo sin temor.
Bendiciones.

Anónimo dijo...

Bello, Camilo. Entré de casualidad para enseñarle tu blog a un amigo y me encontrado para cerrar la noche con esta maravilla. Gracias!

Anónimo dijo...

Cubano, no dejas de maravillarme. Vaya que escribes como es!!!