01 julio 2015

Orden de Tren

Con la bahía de Cienfuegos cubriéndonos las espaldas.
En el Reglamento de Operaciones de los Ferrocarriles de Cuba hay una regla suprema que deroga todas las demás. A través de ella, los despachadores de trenes pueden desobedecer al Itinerario y hacer que su decisión final anule las órdenes de vía anteriores.
Mi vida con Diana Sarlabous ha llegado a un punto, en que creo necesario emitir una orden muy parecida a las que mi tío Aldo Yero le daba a los trenes que circularon por los años más felices de mi provincia. Con ella, establezco prioridades y jerarquías en la tráfico de mis sentimientos.
El pasado deja de tener vigencia cuando pierde la capacidad de afectar el futuro. Por eso todos los poemas que escribí antes del 4 de julio de 2011, en que por fin encontré a la mujer que siempre estuve esperando, están dedicados a ella. Esta Orden de Tren abolirá a todas las anteriores. 
El viaje de ahora en adelante solo tiene sentido junto a mi Cucha. En la locomotora o el cabouse, en el estación de partida o en el andén de llegada, con muchísimo retraso o en hora, apenas me basta con estar a su lado.
Todo esto viene a cuento porque hoy me pasé el día entero armando cosas en nuestra nueva casa. Con el sonido del taladro como música y con dos haitianos como compañeros de labor, pensé mucho en mi vida con Diana y quise regalarle todo lo que he escrito. Justo por eso, insisto, esta Orden de Tren deroga todas las demás.


vvv

Cuando Diana Sarlabous se leyó este post, escribió algo en su muro de Facebook que quiero reproducir aquí, porque me regala una razón más para decir lo que digo.
Portal de la casa de los abuelos de Diana en El Cristo.
"Salí de ese paraíso cuando tenía cinco años. Todos los días pasaba por la línea del tren de mi pueblo, El Cristo, para ir a la escuela. Cuando llegamos a Santo Domingo, no encontré nada que me recordara a mi país, salvo el olor a brea de los postes del tendido eléctrico. Un día, cuando tenía unos 6 años, iba de la mano de mi padre por un calle de la Zona Colonial y pasamos por unos de esos postes con intenso olor a brea. Miré a papi y le dije: "¡Me huele a Cuba!". En realidad me olía a las líneas del tren que todos los días cruzaba en mi pueblo para ir a la escuela. ¿Entienden ahora por qué amo tanto a El Fogonero?. Él es la única vía de volver al paraíso que una vez perdí."
                                                                                                                        Diana Sarlabous

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