18 julio 2015

La destrucción de las ruinas de San Francisco

Proyecto presentado por el Ministerio de Turismo para la remodelación
de las ruinas de San Francisco, en Santo Domingo.
(Escrito para la columna Como si fuesa sábado, de la revista Estilos) 

Hace apenas unas semanas, a punta de martillos neumáticos, un grupo de obreros provocó el desplome de uno de los edificios más valiosos de la Zona Colonial de Santo Domingo. Trabajaban para hacer que la ciudad fuera más atractiva para los turistas, pero acabaron destruyendo parte de uno de sus patrimonios.
El Ministerio de Turismo acaba de sorprendernos con la noticia de que acometerá una dramática intervención de las ruinas de San Francisco, el primer monasterio que se construyó en el Nuevo Mundo. Incapaces de construir ideas para preservarlo, prefieren verter cemento sobre lo que queda de él.
Santo Domingo ha sido una ciudad incomprendida por muchos, pero nunca la habían incomprendido tanto como ahora. Por 12 años ha tenido un alcalde que la ha asumido como un show de televisión (es comediante de profesión) y no como un espacio para compartir y convivir.
Roberto Salcedo ha perpetrado parques de muñecos monstruosos, anfiteatros que agreden a la comunidad, espectáculos de costosísimas luces en un país con graves problemas de generación y, lo más “genial” de todo, una playa artificial justo al lado del mar. 
Como si las bromas de mal gusto del Alcalde ya no fueran suficiente, el Ministerio de Cultura se empeñó en “restaurar” la Puerta del Conde, uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad. Varios camiones de cemento después, lo único que lograron fue que el monumento quedara irreconocible.
Ahora, cuando un turista busque los escenarios de la independencia dominicana, en 1844, alguien tendrá que explicarle que ese muro mal maquillado esconde en su interior parte de la historia que él busca.
Conozco a muchos nacidos en Santo Domingo que cuando uno les pregunta de dónde son, se refieren al pueblo de sus padres y no a la ciudad donde han vivido desde que llegaron a este mundo. Moca, Puerto Plata, Nagua, La Romana, San Juan de la Maguana, El Seibo o el lejanísimo Vengan a Ver les producen más sentido de pertenencia que esta gran urbe ocupada por el caos y la indolencia.
Hay solo dos cosas que logran que los nacidos en Santo Domingo tengan pasión por su ciudad y acudan en masa a defenderla: los Tigres del Licey y los Leones del Escogido. Cuando acaba la temporada invernal de béisbol, termina también el único vínculo emocional legítimo entre Santo Domingo y los que la viven.
La Academia de Ciencias de República Dominicana ha alertado que el proyecto contratado por el Ministerio de Turismo para la restauración de las ruinas de San Francisco, “violenta e irrespeta en muchos de sus planteamientos las recomendaciones de la UNESCO para intervenir sitios que están declarados Patrimonio Mundial”.
Si las Ruinas de San Francisco estuvieran en París, el debate ya fuera global. Pero como están en Santo Domingo, no ha pasado de Twitter y de algunos medios noticiosos que se apropiaron del tema desde la red social. Todo parece indicar que el desastre será inevitable y que tendrá consecuencias aún peores que el saqueo de Francis Drake en 1586.
Hace unos años, circuló de manera viral un video donde la hija del Ministro de Turismo se hacía las fotos de sus 15 en el Salón de las Cariátides del Palacio Nacional, uno de los espacios más solemnes de la República. ¿Será que su padre quiere sorprenderla con un nuevo escenario para las fotos de su boda?

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