17 mayo 2014

Cemento crudo

El cemento crudo, a 10 pisos de distancia de la hierba,
de la tierra húmeda donde permanecen,
aun en este país,
aquellas flores silvestres
que describió Whitman en invierno.
Estás con los brazos abiertos
al mar que se divisa a los lejos,
con los ojos clavados
en el horizonte de una ciudad
donde las cosas se oyen antes de verse.

El cemento crudo, a 10 pisos de distancia de la hierba,
frente a la luz ostentosa de este lugar,
es un bosque,
la ladera de una montaña,
una pequeña choza junto a un lago,
un camino de hielo
sobre un abismo de mil metros,
la roca de polvo
que levantó el mar
cuando llegó a Montecristi.

Aquí arriba mis palabras también son muy simples,
aún más simples que las de Walt,
sobre todo cuando hablas de la felicidad
como si estuvieras a la orilla del Baikal
y este verano irremediable fuera más frio
que la noche de la taiga en el fondo de enero.

El cemento crudo, a 10 pisos de distancia de la realidad,
es todo lo que necesitamos para esperar a las aves,
a los amigos, a los nietos y a la vejez.
Respirando esas nubes que bajan del Cibao
para irse a morir al Caribe.
Respirando esas nubes quiero desaparecer,
con los brazos abiertos
al mar que se divisa a los lejos.

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