22 marzo 2014

Era solo un arcoiris

(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)

Amanecimos con un pequeño arcoíris de fondo en todas las ventanas de la casa. El café ya olía en la cocina. El profundo silencio de la mañana del domingo fue interrumpido por un destartalado carro blanco. Se acercó renqueante, con una bocina atada en lo más alto.
—¡Vamos que llegó el camero comprando todo lo que sea viejo! —anunciaba el que conducía—. Compro camas viejas, neveras viejas, lavadoras viejas, aire acondicionados viejos, baterías viejas… Compro transmisiones viejas, culatas viejas, cobre, aluminio, acero níquel, bronce, calamina… ¡Vamos, que llegó el camero comprando todo lo que sea viejo!
Por un momento pensamos que el lente de la cámara no tendría la sensibilidad suficiente para captar aquel breve arco que empezaba con un rojo intenso y se esfumaba antes de alcanzar el violeta que describen los libros. Hice el intento y lo logré.
Mientras compartíamos el café y las voces del camero empezaban a perderse por los vericuetos de la ciudad, abrimos los periódicos en la pantalla del iPad. A juzgar por los titulares, el mundo aún no se había dado cuenta de que era domingo y que nos merecíamos una tregua.
Ucrania denuncia que Rusia ya tiene 22.000 soldados en Crimea. La Unión Europea y Estados Unidos temen una escalada de Moscú en cuanto la pequeña península se declare como una república independiente. En Venezuela, Nicolás Maduro acude a las fuerzas armadas para conjurar las manifestaciones y tratar de salvar a su régimen.
El jefe del Comando Sur sugiere que en el seno de las Fuerzas Armadas venezolanas están divididos sobre la deriva del país pero que, de momento, son leales al chavismo. En Argentina, Cristina Fernández, aún vestida de viuda, plantea ponerle límites a las manifestaciones en las calles.
Malasia ha pedido ayuda internacional para localizar, a través de satélites, cualquier rastro del vuelo MH370. La desaparición, el pasado 8 de marzo, del Boeing 777 que volaba de Kuala Lumpur a Pekín, se ha convertido en uno de los más grandes misterios de la historia de la aviación.
La amplitud de la zona de búsqueda y la gran profundidad del océano Índico, son un enorme desafío para dar con los posibles restos y las cajas negras de la aeronave. Al final de las noticias internacionales, apenas como un recordatorio, avisan que la guerra en Siria cumple tres años sin un final cercano.
Ya era suficiente. Cerramos el iPad y levantamos las cabezas para reencontrarnos con el arcoíris. En el tiempo que duró la rápida lectura de los titulares y los primeros párrafos, que es donde realmente se cuentan las novedades, el fenómeno óptico desapareció. En su lugar estaban de vuelta las montañas, espléndidamente iluminadas.
La aparición de un espectro continuo de frecuencias de luz en el cielo, mientras los rayos del sol eran atravesados por pequeñas gotas de agua,  cambió nuestra mañana por un rato, solo por un rato, porque de inmediato fue retomada por la pesadumbre de las noticias y las voces reincidentes del camero que compra todo lo viejo.
Para acabar la segunda taza de café, abro los Cuadernos (1957-1972) de Emil Cioran, que me compré por el increíble precio de 125 pesos en un supermercado. Al cabo de unas dos o tres páginas, el escritor y filósofo rumano escribe como si hubiera estado junto a nosotros, frente al efímero arcoíris.
“Mañana espléndida, divina, (…). Veía a la gente pasar y volver a pasar y me decía que nosotros los vivos (¡los vivos!), estamos aquí tan solo para rozar por un tiempo la superficie de la tierra”, aseguró Cioran. Diana, en cambio, prefirió hacer una pregunta: “¿En verdad somos parte de la Tierra o estamos aquí de paso?”
Desde la calle, sonó una posible respuesta:
—¡Vamos que llegó el camero comprando todo lo que sea viejo! —anunciaba el que conducía—. Compro camas viejas, neveras viejas, lavadoras viejas, aire acondicionados viejos, baterías viejas… Compro transmisiones viejas, culatas viejas, cobre, aluminio, acero níquel, bronce, calamina… ¡Vamos, que llegó el camero comprando todo lo que sea viejo!

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