En el Paradero de Camarones hubo una época en que la gente presumía sus tractores soviéticos. Los adornaban con piel de conejo y figuras de hojalata. Una vez por semana, los sumergían en el río Caunao para quitarles el polvo de la zafra. Casi todos, en lo alto de la cabina, llevaban atados un radio VEF 206 donde sonaban sin parar rancheras y corridos.
A finales de los años setenta, cuando llegaron las primeras alzadoras que andaban marcha atrás, el pueblo entero se congregó frente al garage de Luzbel Cabrera para ver aquella máquina con todo al revés.
—Esos tractores matan a cualquiera —advirtió Cebollón, el repartidor de periódicos— porque uno cree que van cuando vienen.
—No seas comemierda, chico —le respondió Lito Quinto después de lanzarle un escupitajo a los pies—, fíjate en la dirección que lleva el tractorista y olvídate del aparato.
El periódico Granma acaba de lazar la alarma de que los campesinos cubanos están renuentes al uso de bueyes en lugar de tractores. Según el reportaje, solo en Camagüey hay un déficit de 1.469 yuntas, casi el 50 por ciento de lo planificado. Primero los convidaron a creer cuando les decían futuro. Ahora quieren que regresen al pasado y, desde allí, traten de arar el porvenir con viejos bueyes.