12 octubre 2010

Aramís Quintero, también desde Temuco

Aramís Quintero, también desde la estación de Temuco, en Chile, ha enviado un poema a El Fogonero. Todo empezó miles de kilómetros antes, en la estación de Versalles (no en París, sino en Matanzas, esa ciudad cubana que, según Cintio Vitier, se parece a la capital francesa… al menos “a escala de crepúsculo”).
La semana pasada le pedí a Aramís que escribiera una de las estaciones de Matanzas y él eligió la de Tirry. Horas después me envió un email diciéndome que se había desviado hacia la otra, la de Versalles, donde rinden viaje el tren de Hershey y el río Yumurí.
Pero al final el autor de Cálida forma no escribió ni una ni la otra y se subió a un viaje imaginario rumbo a Casablanca (no en Marruecos, sino en La Habana, del otro lado de la bahía). Con ese texto quedó inaugurada la sección Trenes, la cual espera el arribo de muchas otras colaboraciones.
Con este poema, Aramís sigue viajando en tren a través de El Fogonero. Algo que me da mucha alegría. Recuerdo el sitio exacto que ocupaban sus libros en mis libreros allá en Camarones. Alguna vez leí todos esos textos mientras trenes reales lo estremecían todo en mi monótono campo.


Apurando ya el paso, más que ligero,
compañeros de viaje, nuestro tren vuela.
Van quedando los pueblos atrás, y vienen
los monótonos campos.

Los andenes de siempre, llenos, anuncian
nuevos trenes. Ninguno podrá alcanzarnos
antes de la estación que nos espera.

Quiso la suerte unirnos en este viaje:
hemos de agradecérselo de algún modo.
Démonos un abrazo bien fuerte...
(debiéramos ser muchos, y somos pocos).

Lo que vea cada uno tras sus cristales
—una hoguera lejana, un portal encendido—,
dígalo, por favor, no se lo calle,

que sólo así podremos acompañarnos.
Hacia la vasta noche, aullando,
nuestro tren vuela, amigos.
(De Voz de la madera)
ARAMÍS QUINTERO (Matanzas, 1948)

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