30 septiembre 2010

La familia, la propiedad privada y el desamor

Las fuerzas productivas de la familia cubana no conocen la propiedad privada. Nacieron y se criaron dentro de un régimen que se hizo cargo de todo el engranaje económico, desde la generación de la energía hasta la fabricación de una croqueta. Nada, absolutamente nada, se escapaba de las manos del todopoderoso Estado.
Eso le garantizaba a la dictadura el poder sobre la gente. Hace poco un viejo amigo citó de memoria un viejo axioma: Quien te da de comer, es tu dueño. Siempre fue insuficiente y cada vez menos, pero lo cierto es que el Estado se hizo cargo de la manutención de los cubanos. Eso, al final, acabó por llevar a la ruina a un país que, en 1959, era la tercera economía de América Latina.
Ni el gobierno más salvajemente liberal se atrevería a despedir de un golpe a 500.000 trabajadores. El pueblo más pacífico estallaría ante la noticia de que otros 800.000 empleados serán cancelados más adelante. Parecería que el comandante sin charreteras y el general de civil, después de ensayar el socialismo por medio siglo, ha decidido poner al capitalismo en escena.
En verdad eso es lo que desean la inmensa mayoría en la Isla desde hace mucho tiempo. Solo falta ver las consecuencias que tendrá el desamor, esa profunda falta de ilusión que alcanza (como la Libreta de Abastecimiento) a todos y cada uno de los cubanos.

27 septiembre 2010

El gusano con botas

Su propia tropa le puso el sobrenombre de “Jojoy”. Su contextura era semejante a la de un gusano de la selva, blanco y regordete. El guerrillero, como el insecto al que le debía el apodo, tenía una gran habilidad para escabullirse y era muy peligroso. En una de sus últimas fotos conocidas, sin embargo, ya no era tan gordo ni tenía aquella expresión tan temida.
En la imagen, el Mono Jojoy baila con una guerrillera en un campamento que tuvo que abandonar horas después, porque sus perseguidores le andaban pisando sus enfermos talones. Justo esa dolencia en los pies, producto de una diabetes, le costó la vida. Un dispositivo de GPS colocado en sus botas, le permitió al ejército colombiano determinar su posición exacta en medio de la noche.
En vida tuvo muchos nombres y cualquiera de ellos bastaba para atemorizar a los colombianos. Se cree que fue suya la idea del uso de los cilindros de gas como bombas para atacar a las poblaciones. Fue tanto el terror que sembró, que la noticia de su muerte se convirtió poco a poco en una fiesta nacional.
Un colombiano humilde, al que el guerrillero le había plagiado la identidad, celebró feliz la recuperación de su nombre. Jorge Briceño volvió a ser un hombre bueno. El malo, el comandante sanguinario, se murió con el de un gusano, pero con botas.

23 septiembre 2010

La rusa de Baracoa también tiene un blog

Conocí a Camilo Hernández dos veces antes de perderlo de vista y encontrarlo en eso que Jorge Drexler define como “los vericuetos de la informática”. La primera, fue en la Escuela de Arte de La Habana. Aunque no era mayor que yo, su inteligencia y sus lecturas me produjeron una envidia inspiradora.
Una vez fuimos caminando desde Cubanacán hasta el cine La Rampa. Atravesamos toda Quinta Avenida, el túnel del Almendares y decenas de lugares que ya no existen. Cada vez que yo abría la boca para decir una idea, el otro Camilo soltaba tres o cuatro mucho mejores que la mía. Eso, que nunca se lo he dicho, me obligó a emular su trastorno compulsivo por la lectura y el cine.  
Años después, coincidimos en una gira por toda Cuba con el pianista Víctor Rodríguez. Fuimos invitados por el maestro (junto a Bladimir Zamora, Omar Mederos y Juan Pin Vilar, entre otros) para compartir con él aquella experiencia de una punta a la otra de la Isla.
Durante los largos trayectos por la Carretera Central, Camilo hacía que todo dentro de la guagua girara en torno a sus temas de conversación. Una noche, pocos minutos antes de la función, estalló la Guerra del Golfo. Alguien trató de decir una frase para la ocasión, pero el humor de Camilo desbarató la forzada solemnidad.
Desde el primer día que nos encontramos en Facebook, le pedí que hiciera un blog. Es algo que suelo hacer con la gente que quisiera leer y no encuentro cómo. Un día me aseguró que lo haría. Luego me contó que ya había empezado, pero que prefería acumular unas cuentas entradas antes de hacerlo público.
Las primeras palabras de su bitácora explican el título: “Magdalena ‘Mima’ Menasses (o Meneses según otros) Rovenskaya fue una rusa blanca que, huyendo de la Revolución de Octubre, vagó por medio mundo hasta encontrar el sitio perfecto donde retomar su vida en paz: Baracoa, pueblito de Cuba que hasta para los cubanos queda lejos. Allí montó un pequeño hotel y ahí, en el último lugar posible, la alcanzó aquello de lo que había querido escapar”.
A Camilo en Caracas, Venezuela, también le dieron alcance. Afortunadamente su “hotel” es intangible y nadie se lo puede expropiar.

22 septiembre 2010

La vitrina de Armando Hernández

El ferrocarril llegaba hasta Cumanayagua, que está a mitad de camino entre el Paradero de Camarones y Manicaragua, el pueblo donde vivía mi padre. En vacaciones, mis abuelos me subían al Mixto y Serafín me esperaba en aquel andén donde el tren entraba retrocediendo. Cuando llegaba el día de volver, mi padre siempre tenía una larga conversación con Armando Hernández, el jefe de estación.
El interior de aquella oficina parecía una sala de museo. El orden era tan estricto, que las cosas no parecían tener uso. La carretilla, la romana, el boletinero, los teléfonos, los faroles, los arcos y las banderas permanecían inamovibles. Pero lo que más me llamaba la atención era la vitrina, en cuyos vidrios se exhibían fotos de trenes inmensos que atravesaban paisajes increíbles.
Poco antes de jubilarse, Armando Hernández se construyó una casa en las afueras del pueblo y abandonó la estación. Gracias a un amigo ferroviario, pude entrar otra vez en aquel salón donde pasé tantas horas de mi infancia. Todo estaba intacto, nada había cambiado allí adentro. Meses después, el ramal Cumanayagua fue demolido y la estación clausurada de manera definitiva.
Fue entonces que entendí la decisión de Armando Hernández. Él se marchó para no ser testigo del derrumbe, quiso que en manos de otro se perdiera lo que él había salvado con semejante esmero y por tanto tiempo.

21 septiembre 2010

Las rameras respetadas

Cuba, según cifras del Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), posee un 109% de  tasa bruta de matrícula universitaria. Sus más cercanos seguidores, Corea del Sur y Finlandia, no sobrepasan el 95%.
Lástima que el país con la mayor tasa mundial de estudiantes matriculados en la universidad, luego no pueda ofrecerles un empleo digno, donde perciban lo necesario para garantizar el bienestar y el futuro de su familia. Es por eso que un alto por ciento de ellos abandona los estudios y otros, una vez graduados, nunca ejercen.
Cuando aún la lucidez de Fidel Castro era incuestionable, llegó a decir que las jineteras eran las prostitutas mejor instruidas del mundo. Como es típico en él, esa tremenda aseveración no se basaba en ningún estudio comparativo, sino en la certeza de que muchas de las cubanas que se prostituían con los turistas poseían un título universitario.
Juan Paul Sartre visitó a Cuba pocos meses después del triunfo revolucionario y quedó tan fascinado que escribió un libro (luego también dejó por escrito su desilusión). Sartre visita a Cuba termina con una frase tajante: “Los cubanos deben triunfar o lo perderemos todo, hasta la esperanza”. El marido de Simone de Beauvoir nunca sospechó que aquella revolución llegaría al punto de formar generaciones de rameras respetadas.

18 septiembre 2010

Cañas de Remedios, bagazo de Atocha

Hace unas semanas, Santiago Méndez Alpízar me envió el PDF de Bagazo (sí, hay que irse acostumbrando a no tocar los libros), un compilación de sus poemas iberos. Dejé el cuaderno en mi desktop. Primero lo leí de principio a fin, luego, en cualquier dirección.
El bagazo es el último residuo de la caña de azúcar, lo que queda cuando ya no queda nada. Chago sabe a qué sabe eso. Allá, en el andén de la estación de Remedios, su pueblo de provincia, asaltó a los trenes del ingenio para robar el botín. Primero era una espada, que se usaba en uno de los tantos combates de la infancia, y después una larga fruta que se pelaba con la boca.
El bagazo, cuando pierde todo el jugo, sabe a madera y a tierra. Los poemas de Chago, además, tienen el sabor metálico de las cuchillas de afeitar. Por esos sus versos a veces parecen haber sido cortados con un filo, con algo tajante que no permite que nada sobre, que nada florezca.
“Olvidaste que en Cuba/ en un pueblo de provincia/ la suerte no es tal/ sino la muerte”, asegura el autor en “Pequeño poema para mi amigo Pardo, de Camajuaní”. La palabra muerte está en el lugar de olvido, que es lo que sucede una línea más abajo.
Bagazo es un libro hecho en Atocha con cañas de Remedios y sentimientos acopiados en ambos extremos del océano: desarraigo, amor, desamparo, deseo, rencor y las más productivas insatisfacciones. Este es un libro que no pertenece ni a la literatura cubana ni a la española, esas clasificaciones no están a la altura de la libertad que inspira.

PEQUEÑO POEMA PARA MI AMIGO PARDO, DE CAMAJUANÍ
 
Para Pardo, poeta, jugador de
ajedrez en el cielo

Algunas veces pienso en la muerte /

No era buena jugada
morir por negar un cigarro /

Pero en Cuba
en un pueblo de provincia
se mata por razones sencillas /
absurdas /

que es redundancia

Morir por negarle un cigarro al asesino /

Olvidaste que en Cuba
en un pueblo de provincia
la suerte no es tal

sino la muerte

La línea que traza Oggun
que orilla /

Pueblo en dos
abierto en bandas tu pueblo de provincia en Cuba

Localismo

Parte de la Historia
la hombrada de haberte rajado /

a ti /

Voluntad de un Dios de albarda

aislado en el adiestramiento de ser Dios

A veces pienso en la muerte
                               la inopia
en la facilidad con que te matan

Santiago Méndez Alpízar (Remedios, Cuba, 1970)

17 septiembre 2010

Calamaro & Cigala, dos barcos que se cruzan en el mar y en el puerto final

Según Andrés Calamaro, Diego El Cigala es el Picasso del cante. Desde que se conocen, hace más de una década, el argentino y el español han compartido una gran amistad, muchísimos escenarios y no pocas grabaciones. La última de ellas, “Los hermanos”, de Atahualpa Yupanqui, es uno de los momentos cumbres de Cigala & tangos, el nuevo disco donde el cantaor se apropia de los sonidos menos perecederos del Río de la Plata.
“Cuando un intérprete, un artista consagrado por la gloria de su canto como es Diego se decide a cantar diez tangos en la Argentina, es para sentarse y escuchar —dice Calamaro—. La gente lo conoce y espera una epifanía de Diego cantando ‘El día que me quieras’. Lo divino y lo humano, por esa afinación, por ese caudal, por ese fraseo que tiene para sorprender. Acá lo importante es que es El Cigala el que está cantando. Él resiste cualquier mirada crítica: Es un cantante gigante”.
Antes de ese dúo, Andrés y Diego se habían encontrado en el primer corte de On the Rock, el disco más reciente de Calamaro. Allí, interpretan Barcos”, otra canción que le rinde tributo a la fidelidad de los hermanos. “Nos perdemos por el mundo, nos volvemos a encontrar. Y así nos reconocemos, por el lejano mirar”, asegura Cigala, que ha hecho ahora con el tango algo semejante a lo que logró antes con la música cubana y con el piano de Bebo Valdés.
“Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar. Y una hermana muy hermosa, que se llama libertad”, dice la estrofa de Yupanqui. El último verso, Calamaro se lo “robó” para terminar una de sus canciones más hermosas (valga lo que redunda y sobra). De esos trueques, equívocos y milagros está hecho también “Cigala & tangos”, un disco que nació condenado a convertirse en una obra maestra.

15 septiembre 2010

El secreto de Rubik

Acabo de encontrar en Google
que la solución
del cubo de Rubik
no sobrepasa
20 movimientos.

Antes, en una revista
que ya no recuerdo,
aseguraban que
(en el peor de los casos)
bastaba con 18 giros.

De las más de 100.000
posiciones iniciales,
la inmensa mayoría
queda resuelta
en 15 vueltas de color.

Si algo tan complejo
se torna demasiado fácil,
qué podríamos esperar
de nosotros,
de esas variables
tan simples
que hemos manejamos
a la hora de quitarnos la ropa.

Caminos de hierro


En mi Inbox amaneció hoy este mensaje de Sigfredo Ariel que quiero compartir con todos. Para los que lo conocen, cualquier presentación suya resultaría insuficiente. Para los que no, creo que basta con decir que es uno de los más importantes poetas cubanos del siglo XX y de lo que va de XXI.
Allá en La Habana, solíamos reunirnos con una extraña regularidad a compartir trovas antiguas, sones del ayer y rocanroles sin edad. He dicho muchas veces que no extraño los paisajes cubanos sino algunas de las personas que los habitan. Sigfre está entre los que más falta me hace.

PA QUE TÚ LO GOCES
¿Por qué será que al leer ahora este poema de “Caminos de hierro” (1963), de Agustín Acosta, me fui a verte a la calle 11 en una bicicleta sin freno (llamada plátano burro), a tomarme contigo una nada de alcohol destilado gota a gota en una olla de presión con riesgo de nuestra vida en mitad de un loco apagón, dándote un abracito y luego regresar a cualquier asunto, calle arriba, con la satisfacción del deber cumplido?
Sig

CAMINOS DE HIERRO
Yo quisiera ser jefe de estación
en un pueblo pequeño,
donde no hubiera cura ni notario,
ni médico,
y en donde solo un botiquín vendiera
calmantes y antisépticos;
con una tienda y unas pocas casas,
y, como es natural, ningún liceo.
Un pueblo en el que nunca
se bajase del tren ningún viajero,
con la excepción –ya debe suponerse–
de algún viajante de comercio
que venga a proponer mercancías
y a decir mentiras al pueblo.
Que al silbato del tren –único al día–
se produjera el cómico abejeo
de los que corren al andén, a modo
de pájaros sedientos,
para beber un agua de noticias
en el convoy que sólo se detiene un momento.
Y a ratos, subrayando
el plácido silencio,
oír el tic tac intermitente y grato
del aparato del telégrafo.
Después, cuando la noche
soltara su rebaño de luceros,
ponerme a meditar sobre la vida,
y escribir unos versos
que empezaran: soy jefe de estación.

14 septiembre 2010

Arteriosclerosis espiritual

Creo que fue en el verano del año 2001. Freddy Ginebra invitó a los escritores Abilio Estévez y Arturo Arango como jurados del Concurso de Casa de Teatro. Durante un conversatorio, como suele suceder cuando se trata de cubanos que viven en Cuba, una de las primeras preguntas del público no fue de literatura sino de política.
Arturo Arango, haciendo gala de su astucia, se valió de todos los ardides posibles para sortear una pregunta sobre cuál era la responsabilidad real de Fidel Castro en el estado de calamidad en que se encontraba Cuba (entonces, el país aún no se había convertido en la ruina inviable que es hoy). Abilio Estévez solo dijo una palabra: “¡Toda!”.
En aquel momento me sorprendió la valentía de Abilio (el regresaba a La Habana en cuestión de horas) y se lo dije a modo de broma, para restarle solemnidad a mi confesión. Hoy le he visto en un escenario muy diferente, el programa de María Elvira. Su manera de describir a Cuba y a sus líderes sigue siendo de una lucidez estricta y tajante.
Ahora solo dijo dos palabras: “Arterioesclerosis espiritual”.

13 septiembre 2010

El arte de no hacer nada

Un proverbio asegura que hay que perder la mitad del tiempo para emplear la otra mitad. No hacer nada es aprender a hacer algo. La vida moderna, ese día a día que circula a toda velocidad por oficinas, aeropuertos y ciudades intransitables, genera una acción compulsiva. Por eso cada vez hay más y más gente que no sabe qué hacer cuando no está haciendo nada.
Las librerías suelen dedicarle estantes enteros a libros que enseñan a aprovechar el tiempo. Especialistas de toda calaña consumen incontables páginas en buscar fórmulas para que los individuos se organicen. Ensayos, ejercicios y terapias proponen entrenamientos para que no se desperdicie ni un minuto de la preciada jornada.
Otro proverbio, igual de antiguo, asegura que el tiempo es oro. Generalmente, esa sentencia se utiliza cuando se quiere conminar a alguien a que lo use de la mejor manera posible. Movido por esa idea, Francis Bacon dijo una vez que “un joven en años puede ser viejo en horas, si no ha perdido el tiempo”.
Cuando no se hace nada se puede reparar en cosas para las que regularmente no se tiene tiempo. Se descubren cosas que nunca antes se habían visto, se percibe el día de una manera totalmente distinta. Por eso es bueno de vez en cuando cruzarse de brazos, porner los pies en alto y tener el valor de dormir una siesta.
No hacer nada no solo es un placer indescriptible, cuando se hace de la mejor manera puede convertirse en un tipo de arte.

10 septiembre 2010

El anhelo de Arnaldo Tamayo Méndez

El 18 de septiembre de 1980, Arnaldo Tamayo Méndez se convirtió en el primer latinoamericano en viajar al cosmos. A bordo de la Soyuz 37 también iban los soviéticos Yuri Romanenko, Leonid Popov y Valeri Riumin. Según los reportes de aquella época, el vuelo les permitió realizar una veintena de experimentos médico-biológicos, físicos y técnicos de elevado rigor científico.
Aun así, cuando el cosmonauta cubano volvió a poner los pies en la tierra, nunca más hizo nada vinculado a la ciencia. A partir de ese momento sus misiones fueron mucho más terrenales y aburridas. Una de ellas, la que más tiempo suyo demandó, consistió en sembrar al país de campos de tiro para que los cubanos entrenaran su puntería con escopetas de perles.
El viaje al cosmos de Arnaldo Tamayo Méndez puso a volar la imaginación de muchos. Al equipo de pelota de Guantánamo (la provincia natal del cosmonauta) le cosieron una nave espacial en la manga. En Manicaragua (un pueblo montañoso donde nunca ha bajado aeronave alguna), enterraron un cohete lleno de luces sicodélicas y a su alrededor construyeron el dancing llight Baikonur.
Hace poco le preguntaron qué era lo que más extrañaba. “¡El cosmos!”, respondió de inmediato. Todo parece indicar que Tamayo, como la inmensa mayoría de sus compatriotas, anhela abandonar su isla, ponerse en órbita lejos de casa.

09 septiembre 2010

La desvergüenza

Algunos expertos ya han descartado que las más recientes declaraciones de Fidel Castro sean un ataque de senilidad. Otros, quizás con demasiada prisa, aseguran que se trata de una señal a su hermano Raúl, de un pistoletazo de salida para las reformas económicas que el actual Presidente ha intentado hacer desde hace algunos años.
En apenas 24 horas, la confesión hecha al periodista norteamericano Jeffrey Goldberg ha provocado todo tipo de reacciones. Renay Chinea, un cubano nacido y criado en Mal Tiempo (no es una metáfora de su época, es el nombre real de su pueblo), acaba de hacerse una pregunta en su muro de Facebook: “¿Cuánta gente buena y honesta ha cumplido montones de años de prisión en Cuba por habérsele adelantado al Comandante?”.
Aún no sabemos por qué Fidel dijo lo que dijo. Lo único que está claro hasta ahora es su cinismo. Admitir que el modelo cubano no funciona con la misma tranquilidad que se bebe un vaso de agua, es una desvergüenza imperdonable.

05 septiembre 2010

Facebook, ese lugar en que tan bien se está

Cuando me veo obligado a ejercer mi rol de comunicador y organizo talleres con mis clientes, jamás les hablo de esto. Siempre repito la frase de que los cambios producidos por la Web 2.0 solo son comparables con los de la revolución industrial. Un ejemplo me ayuda a convencerlos: la radio tardó 38 años en conseguir 50 millones de usuarios, la televisión lo logró en 13 y Facebook en apenas seis meses.
Pero cuando les hablo de mi propia experiencia (porque eso siempre es mucho más convincente) jamás se los menciono. Ellos no saben nada de Eliseo Alberto, Odette Alonso, Sonia Díaz Corrales, Sigfredo Ariel, Margarita García Alonso, Juan Carlos Recio, Chago Méndez Alpízar y Carlos Pintado, entre muchos otros.
Una de las razones por la que entro en Facebook a diario es para verlos a todos juntos. Allí logramos que México D.F., Santa Cruz de Tenerife, La Habana, le Havre, Nueva York, Madrid, Miami y Santo Domingo coincidan en una misma coordenada. Al menos en ese muro, quedan invalidadas las distancias que propone la geografía. Aunque todos somos escritores, casi nunca hablamos de literatura. Los abrazos pendientes apenas nos dejan tiempo para otra cosa.
Hace unas semanas, por una razón ajena a nosotros, Odette Alonso abandonó ese lugar en que tan bien se está. No dio explicaciones, solo anunció que no volvería y mencionó otros lugares donde se le podía encontrar. Desde entonces, no ha habido una conversación en la que no se note su ausencia. La última de ellas aún no se ha acabado, porque acabo de poner un comentario.
Odette, he escrito estos cinco párrafos para pedirte que vuelvas. Ya tenemos armada una fiesta que empezará en el Paradero de Camarones y se acabará en Rancho Luna. Sí, por esos rumbos donde una cienfueguera le dijo “¡Moré!”. Dale, chica, no jodas tanto.

04 septiembre 2010

Mundanzas

Aunque nací en una estación de trenes, siempre preferí que la gente pasara sin que yo tuviera que moverme del lugar. Soy sedentario, me gusta dar vueltas en círculos sin alejarme demasiado de mi espacio. Si me hubieran dado a elegir, jamás me habría ido más allá del andén y del pueblo donde nacieron y se criaron cuatro generaciones de mi familia.
Pero a los once años me tuve que ir a una escuela al campo (donde solo nos dejaban volver a casa dos noches cada quince días) y desde entonces comencé una serie interminable de mudanzas:  El Nicho, La Moza, Sabana del Moro, El Guanal, Cubanacán, Moa, El Vedado, Piantini, Cerros de Gurabo, Cerro Hermoso, Evaristo Morales y Naco.
Tanto en los albergues como en los apartamentos, siempre traté de construir señales de permanencia. En los primeros, ese espacio se reducía a una taquilla y a una litera. En los segundos, a libreros, cuadros o al color de una pared. Detesto cuando llega el momento de deshacer lo que se pensó para que durara mucho tiempo. Pocas cosas me molestan más que la provisionalidad, esa frase tan larga que mis compatriotas han reducido a once letras: “recoge y vete”.

Trapicheo de roles

El instinto de conservación de los cubanos y su infinitos reflejos para sobrevivir en una nación en ruinas, generó un trapicheo de roles en todos los estratos de la sociedad. Por eso no es nada difícil tropezar en La Habana con una bioquímica que se dedica a la santería, un cirujano que conduce un taxi clandestino o una abogada que ejerce la prostitución.
A principios de los años noventa, cuando la desaparición de la Unión Soviética supuso el fin de los subsidios que mantenían en pie a la disparatada economía del país, comenzó una profunda crisis que Fidel Castro (haciendo gala de ese gran publicista que lleva dentro) bautizó con el eufemismo de “Periodo Especial”.
Como la prensa cubana, víctima de la censura y el férreo control oficial, fue incapaz de reseñar lo que sucedía, los narradores se vieron en la obligación de poner su literatura al servicio del periodismo. Solo en los cuentos y novelas que se escribieron entonces se hallará el más creíble reportaje al pie de la catástrofe.
Una buena parte de los intelectuales que viven en Cuba hoy, ocupan algún que otro puesto dentro de la cultura oficial o gozan de una o varias prebendas. Por eso no les es factible tener una visión clara ni una postura crítica de lo que realmente está pasando con su país. Ese papel lo han asumido un grupo de blogueros que,  corriendo todo tipo de riesgos, han sido capaces de apoderarse de las de la web para denunciar las atrocidades del régimen.
Yoani Sánchez acaba de ser reconocida como "Héroe de la libertad de prensa en el mundo" por el Instituto Internacional de la Prensa (IPI). Luego, a los cubanos les tocará también darle las gracias, a ella y a todos los que desde allá adentro desafían la represión y el oprobio con la libertad y el valor que les da la palabra.

02 septiembre 2010

Desayuno continental

No se me olvida el día en que descubrí el olor del pan acabado de hacer. Como en el Paradero de Camarones no hay panadería, tardé muchos años en hallarlo. Fue en Jibacoa, allá por las lomas de Manicaragua, a finales de los años setenta (lo sé, porque el Dodge 1500 de mi padre todavía estaba nuevecito).
Desde la puerta trasera de la panadería se veía el resplandor del horno. El panadero saludó a mi padre con ese largo “¡Eeeeeyyyyy!” que los campesinos de la zona pronuncian como un eco. Una vez que la caña de pan estuvo abierta en dos mitades, le untaron una densa capa mantequilla casera que comenzó a derretirse de inmediato bajo el humo pertinaz de la leña.
Mi admiración por el café con leche se debe a mi abuela, que todas las mañanas me preparaba uno en cuanto mi abuelo acabada de ordeñar. Por más que lo he intentado, nunca he dado con aquel equilibrio perfecto que lograba Atlántida en su mezcla. Esté en el continente que esté, ese es mi desayuno preferido. No podría explicar la felicidad que me produce disfrutar eso.

¡A la reja!

En una reciente entrevista, concedida al diario mexicano La Jornada,  Fidel Castro admitió que él es el culpable de la persecución que sufrieron los homosexuales en Cuba. “Si alguien es responsable, ése soy yo”, le dijo el dictador a la periodista Carmen Lira.
Como admitir apenas una de sus culpas le ha tomado casi medio siglo, sería bueno que los cubanos (que a fin de cuentas han sido sus principales damnificados) le hicieran llegar al Comandante en Jefe una lista de sus yerros y delitos contra la nación y su gente.
Por más de cincuenta años Fidel ha obrado con un poder absoluto y con una impunidad total sobre el destino de sus compatriotas, convirtiendo a la geografía nacional en una vergonzosa ruina. Ni siquiera durante los siglos cde colonialismo ser cubano significo tan poco, nunca antes los nacidos en esa isla tuvieron menos.
Sí, si alguien es responsable de la catástrofe cubana es Fidel Castro. Por eso no basta con un mea culpa frente a una reportera extranjera. Para esos crímenes de lesa nacionalidad, aún en la corte menos tremenda, solo hay una sentencia posible: ¡A la reja!