24 agosto 2008

Paquito, claro que Paquito

La noche estaba nublada y no hubo Luna sobre el Jaragua, pero el saxofón de Paquito D’Rivera ofreció toda la claridad que allí hacía falta. Estoy entre los que dejó un asiento vacío en el Teatro Nacional. Tuve que elegir entre un ser de este mundo y alguien que regresa de la posteridad para seguir siendo contemporáneo, indispensable. Esa fue mi excusa.
Para Pedro Guerra siempre habrá tiempo. A diferencia de Drexler o Calamaro, que permanecen inagotables, al canario ya le empieza a pesar el tiempo. Oír sus últimos discos es como caminar en círculos, visitando y revisitando las mismas ideas y los mismos sonidos.
Paquito D’Rivera en cambio, aunque ya está blanco en canas, sigue siendo el niño prodigio que llegó a convertirse en uno de los más importantes saxofonistas de la historia del jazz. Apenas unos segundos lo justifican todo: cuando el piano barroco de Bach se fusionó con el pambiche de una tambora cibaeña. La opción era Paquito, claro que era Paquito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fogonero,
Yo salí pleno anoche de allí. Hacía tiempo que no tenía esa sensación. Se lo conté a Juana, casi eso mismo que tú dices: la frescura, la permanente originalidad, el virtuosismo sencillo, un fenómeno natural.
Y hablando de otra cosa. Cuba se quedó sin oro en boxeo: perdieron los dos que quedaban. República dominicana está por encima de Cuba en la tabla de medallas de esta especialidad, y en la general, en el lugar 28.
A alguien le va a dar un yeyo.
Un abrazo,
Iván

Anónimo dijo...

Hiciste bien, al pobre Pedro se le escucha muy parecido desde El Taller. Al menos a mí, que tal vez no sea tan inteligente me aburre bastante, sobre todo cuando en el mundo se "construye" tanta música buena. Para decir, se puede escribir, para escuchar hay que tener más de cuatro notas a la mano.