08 mayo 2008

Los vínculos

La prensa colombiana ha reseñado con insistencia los vínculos de las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) con el líder comunista dominicano Narciso Isa Conde. El stand de su movimiento en la Feria del Libro de Santo Domingo tiene una inscripción: “Somos amigos de la FARC”, dice con insolencia, con descaro.
Hace unos siete años entrevisté a José Saramago. El encuentro fue en lo alto de un hotel, dentro de un bar con vista al Caribe. Nuestra conversación se extendió más de lo planeado y quien le servía de edecán al escritor nos interrumpió amablemente. En la mesa más apartada del sitio, Isa Conde esperaba impaciente por el Premio Nobel.
Durante mucho tiempo me he preguntado qué conversaría el autor de Ensayo sobre la ceguera con un individuo tan fundamentalista y retrógrado. Aún hoy puedo reconstruir aquel escenario hasta el más mínimo detalle. Ni siquiera necesito repasar las excelentes fotografías que hizo Miguel Gómez. 
Me gustaría creer que en ningún momento se habló sobre las tácticas para mantener el terrorismo en las selvas de Colombia.

2 comentarios:

Jo Ruiz dijo...

Bueno, hay que separar al Saramago escritor y al Saramago como personaje público que a mí me parece abominable. Como casi todos los filocomunistas europeos, está profundamente equivocado y nadie podrá comprender nunca su abrazo con Fidel Castro. Aunque los dos se parecen en una cosa: ambos piensan en términos universales, ambos están obsesionados por pasar a la historia como presuntos salvadores de la humanidad. De hecho, los últimos libros de Saramago, siendo buenos, flaquean precisamente por esa obsesión crística que tienen tantos intelectuales de erigirse como la Conciencia de todo el Universo.
Lo mejor de Saramago ya sucedió hace tiempo.
Lo peor será olvidado como el mismo Fidel.

Anónimo dijo...

Apreciado Camilo:
Me resulta gratamente conmovedor que utilices tu influencia y poder intelectual para solidarizarte con un país víctima de la violencia generada por grupos como las FARC. Lo agradezco desde el fondo de mi alma, pues aunque nunca hemos hablado sobre el particular, nuestra familia, al igual que cualquier familia colombiana, también ha sido impotente víctima de una violencia capaz de prohijar un estado de cosas donde unos cuentan cadáveres, otros maquillan cifras, otros se refugian en frías cláusulas del derecho internacional, casi siempre en el marco de deleznables apetitos de poder, mientras la mayoría acumulamos recuerdos que, por cierto, duelen mucho…