11 diciembre 2007

El gato de Doris

Doris Lessing no se movió de su casa, pero envió un lúcido discurso a Estocolmo donde insistió en la inmortalidad de la creación literaria: “Supongamos que las aguas anegan nuestras ciudades con la subida del nivel de los mares; el narrador permanecerá, porque es la fantasía la que nos enriquece, la que nos mantiene, la que nos crea, para bien y para mal”, dijo la autora de “El cuaderno dorado”.
Desde hace más de una década, su nombre era uno de los que más se barajaba cuando se hacían las cábalas para el Premio Nobel de Literatura. Esa es la razón por la que los Académicos no sorprendieron a nadie, ni siquiera a Doris, con su decisión. “Tengo tos, una ligera diarrea y cistitis”, fue todo lo que dijo cuando le preguntaron cómo se sentía después de recibir la noticia.
A los 88 años, Doris Lessing sigue siendo aquella intelectual lúcida que inspiró a más de una generación. Nada la impide decir lo que piensa, ni siquiera la nota en la que los académicos explicaban las razones del premio. “Eso de ‘la épica femenina’ no me gusta mucho (…), pero es evidente que a la gente le gustan las etiquetas: hombres, mujeres, el bien, el mal...”, dice mientras acaricia a su gato, a quien dice querer más que a muchas otras cosas.

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