19 agosto 2006

El que ya no tiene que echarle leña al fuego

En un viejo Reglamento, publicado por los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, se advierte que el fogonero es quien auxilia al maquinista en todo lo que se refiere a sus obligaciones y en la economía del combustible, además de prestarle atención a la vía en caso de señales y obstrucciones.
Cuando desaparecieron las locomotoras de vapor, las funciones del fogonero se redujeron aún más. Desde entonces, apenas se cerciora de que el tren permanezca completo al salir de las curvas y de tirar del silbato si el maquinista no puede hacerlo.
De niño me fascinaba la idea de ser maquinista, pero poco a poco descubrí los privilegios de viajar en el lugar del fogonero. Con la vista fija en el horizonte de la vía, su oficio le permite concentrarse en el entorno que se le viene encima a toda velocidad. Como ya no tiene que estar pendiente de la caldera, el fogonero puede ponerle más atención a la tumultuosa cotidianidad del viaje.
Por eso, además de las señales y obstrucciones, advierte las cosas que le deslumbran, soliviantan o preocupan. Se trata de un individuo que ya no tiene que echarle leña al fuego, que sólo se cuida de mirar hacia atrás al final de cada curva y de tirar del silbato cuando el maquinista no puede hacerlo bajo ninguna circunstancia.

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